[Capítulo 1] Desde una infancia sin Internet hasta convertirme en Diseñador de Producto
Este post es el primero de una serie de ¿no se cuántos...? que me hace especial ilusión escribir ya que repasan toda mi trayectoria desde que era un niño hasta que conseguí ser Diseñador de producto y dedicarme a la innvación tecnológica y sin más, comenzamos.
Mi historia comienza a los doce años, pero, por darte algo de contexto. Siempre fuí un niño de mente inquieta y formas tranquilas, mis hermanas siempre han dicho que si algo destacan de mi desde niño es que siempre fuí un niño sensanto.
Nací en una familia común y soy el último de los cuatro hermanos, bueno, hermanas. Crecí en un barrio más o menos tranquilo que estaba por hacers y con una educación estricta aunque convencional. En aquellos días, los padres soñaban con que sus hijos se convertiran en médicos, abogados, ingenieros o deportistas de élite. La tecnología aún estaba dando sus primeros pasos; en mi casa, no teníamos ni internet, de hecho no existía a nivel residencia y, rara era la familia que tenía un ordenador. La década de los 90 estaba marcada por libretas, bolígrafos, cuadernos y mochilas cargadas de libros pesados.
Una infancia sin internet ni ordenadores
En el colegio, las clases de informática eran consideradas actividades extraescolares y muy pocos éramos los que nos aventurábamos en ellas. Una clase de informática que contara para la nota era prácticamente un sueño inalcanzable.
De vez en cuando, nos llevaban a una sala de ordenadores donde jugábamos con máquinas antiguas que tenían pantallas de 8 bits. Puede que algunos de vosotros no sepáis ni a qué me refiero, pero si has visto películas antiguas con pantallas de fondo negro y letras verdes bastante desagradables, te puedes hacer una idea de cómo era aquella época en la que crecí.
Mi primer ordenador un IBM 286
Todavía puedo recordar mi primer ordenador, un IBM 286. Mi tío tenía una pequeña agencia de publicidad y nos dio ese viejo ordenador que funcionaba con disquetes. En casa, nadie sabía qué hacer con esa máquina; para mi madre, peluquera de profesión, mis hermanas también peluqueras, y mi padre, que trabajaba en iluminación, aquel aparato era un completo enigma.
A pesar de eso, colocaron ese bicho un tanto horrible en mi habitación, y gracias a la mente inquieta que siempre me ha caracterizado, comencé a explor cómo sacarle partido a aquello. Pasaba ratos muertos insertaba disquetes que mi padre traía del trabajo y empecé a familiarizarme con el MS-DOS, que para los que no sois tan vintage os diré que es, básicamente, el terminal que los desarrolladores utilizan hoy en día para realizar muchas de sus tareas.
Cómo Bola de Dragón me llevó a ser Diseñador de Producto
En ese entonces, devoraba cómics de Bola de Dragón. Las aventuras de Goku, Vegeta, Piccolo y sus amigos me fascinaban; las seguía en la televisión y esperaba ansioso cada jueves para comprar el nuevo cómic de la semana en el quiosco. ¡Ay, aquellos maravillosos años!
Recuerdo un día en el que mi padre trajo una pila de disquetes que le habían dado en el trabajo. Estos disquetes contenían un programa llamado Harvard Graphics. Ese fue el día en que, sin siquiera darme cuenta, mi vida cambió para siempre.
Este pequeño programa permitía hacer dibujos, algo que hoy en día se asemejaría a Adobe Illustrator. Quedé fascinado y enganchado y, desde ese momento, comencé a pasar horas y horas encerrado en mi habitación, alejándome de mis obligaciones académicas impuestas por la sociedad y por mis padres para investigar aquel nuevo mundo que tanto me apasionaba.
Mis primeros retos como Diseñador
Ya entonces, a aquella temprana edad, comencé a plantearme mis primeros desafíos. Un día, se me ocurrió la genial idea de ¿por qué no combinar mis dos pasiones? Comencé a seleccionar viñetas de los cómics de Bola de Dragón y a replicar esos dibujos en el ordenador. ¡Las horas volaban mientras "hacía dibujitos" en esa máquina!
A medida que mi pasión por este mundo crecía, mi madre se preocupaba más. No soportaba entrar en mi habitación y ver los libros de matemáticas tirados en la cama mientras yo "perdía" el tiempo pintando en el ordenador.
A pesar de las preocupaciones de mis padres, decidieron inscribirme en clases extraescolares de informática, ya que el intento por mandarme a la biblioteca a estudiar resultó ciertamente infructuoso. Fue en esas clases donde descubrí otro software que quizás los más veteranos recuerden: "Corel". Esta suite incluía programas como "Corel Draw", que permitía dibujar, y "Corel Move", que permitía crear animaciones. Si mi memoria no me engaña, esta suite evolucionó con el tiempo y se convirtió en Macromedia, y finalmente en Adobe, con su famoso Adobe Illustrator.
El profesor que me cambió la vida
Recuerdo con cariño a Javier, el "profesor" de esas clases. En realidad, él no era un profesor en el sentido estricto. Javier trabajaba en la secretaría del colegio y yo creo que él era uno de los pocos en todo el colegio que sabía algo de informática. Desde ese momento comencé a sentirme un afortunado al tener dos horas a la semana en la escuela para dedicarme a lo que me apasionaba. Pasaba esas horas replicando las viñetas de Goku y sus amigos.
Mientras mis compañeros experimentaban lo que era hacer simples dibujos combinando esferas y rectángulos, Javier observaba con interés lo que yo era capaz de hacer en aquellas máquinas que, a día de hoy, resultan poco menos que arcáicas. Javier sólo observaba pero raro era el día que me decía algo. A día de hoy siento que él, simplemente me permitía ser yo mismo. Mientras escribo estas palabras, no puedo evitar emocionarme al recordar lo feliz que era y lo agradecido que estoy con Javier, quien, sin saberlo, me permitió perseguir mis sueños desde una edad temprana.
Javier, es posible que nunca leas estas palabras, pero desde aquí quiero expresarte mi profundo agradecimiento por haberme permitido ser yo mismo y disfrutar de mis sueños.
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